6/7/12

UNA PRESENCIA MUY REAL


Publicado en ECCE CHRISTIANUS 

EL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS: PRESENCIA REAL

6 de julio de 2012
El Corazón de Jesús vive en la Eucaristía, supuesto que su cuerpo esta allí vivo. Es verdad que este Corazón divino no está allí de un modo sensible, ni se le puede ver, pero lo mismo ocurre con todos los hombres. Este principio de vida conviene que sea misterioso, que esté oculto: descubrirlo sería matarlo; sólo se conoce su existencia por los efectos que produce.
El hombre no pretende ver el corazón de un amigo, le basta una palabra para cerciorarse de su amor. ¿Que diremos del Corazón divino de Jesús? El se nos manifiesta por los sentimientos que nos inspira, y esto debe bastarnos. Por otra parte ¿quién sería capaz de contemplar la belleza y la bondad de este Corazón? ¿Quién podría tolerar el esplendor de su gloria ni soportar la intensidad del fuego devorador de su amor… capaz de consumirlo todo? ¿Quién se atrevería a dirigir su mirada a esa arca divina, en la cual está escrito con letras de fuego su evangelio de amor, en donde se hallan glorificadas todas sus virtudes, donde su amor tiene su trono su bondad guarda todos sus tesoros? Quién querría penetrar en el propio santuario de la divinidad? ¡El Corazón de Jesús! ¡Ah, es el Cielo de los cielos, habitado por el mismo Dios, en el cual encuentra todas sus delicias!

El Corazón de Jesús nos guarda: mientras el Salvador, encerrado en una débil Hostia, parece dormir el sueño de la impotencia, su Corazón vela: Ergo dormio et cor meum vigilat

Vela, tanto si pensamos como si no pensamos en Él; no reposa: continuamente está pidiendo perdón por nosotros a su Padre. Jesús nos escucha con su Corazón y nos preserva de los golpes de la cólera divina provocada incesantemente por nuestros pecados; en la Eucaristía, como en la cruz, está su Corazón abierto, está su Corazón abierto, dejando caer sobre nuestras cabezas torrentes de gracias y de amor.
Está también allí este Corazón para defendernos de nuestro enemigos, como la madre que para librar a su hijo de un peligro lo estrecha contra su corazón, con el fin de que no se hiera al hijo sin alcanzar también a la madre. Y Jesús nos dice: «Aún cuando una madre una madre pudiera olvidar a su hijo, yo no os olvidaré jamás».
La segunda mirada del Corazón de Jesús es para su Padre. Le adora con sus inefables humillaciones, con su adoración de anonadamiento; le alaba y le da gracias por los beneficios que concede a los hombres sus hermanos; ofrécese como víctima a la justicia de su Padre, y no cesa su oración el favor de la Iglesia, de los pecadores y de todas las almas por Él rescatadas.

¡Oh Padre eterno! Mirad con complacencia el corazón de vuestro Hijo Jesús. Contemplad su amor, oír propicio sus peticiones y que el corazón eucarístico de Jesús sea nuestra salvación.


San Pedro Julián Eymard. Obras Eucarísticas.

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